fredag, december 16, 2005

En el tren...

Siempre topa uno con todo tipo de gente en el tren de las 6 am. Por lo general el viaje es bastante tranquilo, aunque siempre habrá uno que otro día en el que algo se sale de la rutina (sin que esto signifique necesariamente algo positivo.) A veces tiene uno la suerte de que quienes se sientan cerca tienen alguna conversación realmente interesante, digna de ser espiada, aunque por lo general es gente que se baja en la segunda o tercera estación. Sin embargo también sucede el caso contrario, en el que un selecto grupo de gente menos que brillante sostiene las conversaciones más vacías y tontas que se hayan escuchado sobre la faz de la tierra. Por supuesto, eso sucede el día en que por algún motivo no ando con música disponible para el viaje, particularmente los días en los que dedico la totalidad del tiempo del viaje a la lectura. Y claro, estos eruditos y eruditas no se bajan en las primeras estaciones como uno esperaría; no, su destino es la penúltima o última estación, precisamente donde yo me bajo.

Fueron dos días seguidos de tener que soportar los coloquios de tales clichés andantes ya que no había posibilidad de cambiar de asiento. Ayer fueron dos muchachas que aparentemente compratían media neurona que les permite apenas poder hablar acerca de ofertas de ropa en distintas boutiques. Fueron quizá los 96 minutos más largos que he tenido, porque para desdicha de mis oídos el tren se atrasó debido a ligeros problemas mecánicos que le impedían ir a la velocidad habitual. Después de los primeros 10 minutos ya mi cabeza no soportaba más, a los 20 me decía a mí mismo - "No es un cliché, gente así existe!". Ya para la penúltima parada quería simplemente vomitar, tras 85 minutos de escuchar la incesante conversación sobre ofertas de ropa. Sólamente hubo un corto paréntesis que dedicaron a chismear sobre la apariencia y vestimenta de una de sus amigas. Finalmente en la última parada y librado de tal tortura psicológica compré un café, más que todo para distraerme, aunque para la ocasión hubiese sido más a propiado una botella de vodka seguida de un dardo tranquilizante. Esa será mi contribución al buzón de sugerencias.

El día anterior había sido una conversación un poco más corta pero igualmente embrutecedora dedicada exclusivamente a videojuegos. Creo que nunca había escuchado decir x-box tantas veces en tan poco tiempo. Lo que más me consterna es el hecho de que en ambos casos no se trataba de mocosos en plena pubertad, sino de adolescentes en sus 18-19 años, de los que uno esperaría escuchar tertulias un poco más amenas, o si no por lo menos un poco más variadas.